El diseño de experiencia es inherentemente disruptivo. Por lo que en su ejecución las probabilidades de innovar se multiplican.
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Quienes nos dedicamos al diseño de experiencia acostumbramos a compartir nuestros procesos de la manera más sencilla posible. Esto con la intención de ser integrados orgánicamente a la cultura organizacional, al demostrar lo práctico de nuestros métodos. Resulta que esta estrategia no está funcionando. Nuestro afán por simplificar tiene un complejo efecto adverso en la percepción de nuestra profesión.
La figura de la mentora en la disciplina de diseño de experiencia es relevante en todos los niveles de madurez profesional. Incluso resulta de mayor valor para las diseñadoras más experimentadas.
Como cada mañana, sorteaba entre la información y desinformación que se me servía en social media. De entre todo el ruido, un sencillo artefacto capturó mi atención. Logre identificar un tema ineludible: empatía.
¿No te da curiosidad por saber de dónde proviene el poder místico de “la experiencia del usuario/consumidor”?
Primera parte de la contestación a esta gran interrogante.
Las experiencias no se crean, sino que se identifican y se facilitan.
Parte 2 de “¿Entonces, qué es UX?”
Diseñar, a grandes rasgos, es resolver un problema. Por lo regular se suele asociar el término con artistas gráficos, modistas, delineantes, arquitectos o UI, pero la expresión no se circunscribe a una disciplina particular.
Parte 3 de “¿Entonces, qué es UX?”
Esta es la “regla de oro” que debemos repetir como un mantra en todo momento.
Parte 4 de “¿Entonces, qué es UX?”
Estoy convencido de que los nombres (CX, UX) no son importantes y solo aportan a la confusión o a mantener los sistemas jerárquicos piramidales en las organizaciones.
Parte 5 de “¿Entonces, qué es UX?”